noviembre 29, 2014

espera...

 
 


Tengo una palabra quemando mi garganta

un vaivén de olas atado a la cintura

un deseo enajenándome la memoria…

Unos labios, hacedores de sueños, esperando tu llegada.

 
 

copyright C.Lucía ©

noviembre 03, 2014

carta al atardecer...

 
 

Se ha ido la tarde deprisa, buscando la puerta que la introduzca, silenciosa, en los brazos de la noche. Trazo las letras que tú, nervioso y enamorado, sostendrás mañana entre las manos. Y me paro en cada una de ellas, como si en un pentagrama hubiera de colocarlas, para hacerte llegar la melodía más bella, más cadenciosa, la más hermosa canción de amor.

Vuelvo a pensarte, amor. Y suavemente me adentro en tu íntima ternura, ese paraíso secreto que, pudoroso, apenas te atreves a mostrar. Paraíso que yo tan bien conozco, del que yo tanto sé. Donde nacen esas cosas tan tuyas. Tus palabras, tus gestos, tus mimos, la cálida mirada con la que me recorres, en cada uno de los atardeceres que pasamos juntos. Es inmensamente bello sentirte en ese lugar donde el corazón sabe, donde el corazón dice. Donde tú y yo desnudamos el alma, y nos quedamos indefensos, con el solo abrigo de este amor que a cada momento se nos hace más grande. Donde nos decimos las más hermosas palabras. Donde apenas existen los silencios. Ese íntimo tú que tanto amo. Ese íntimo tú que tanto me llena el alma.

Con tu olor engarzado en la piel y la memoria despierto cada mañana. Como siempre, eres mi primer pensamiento, mi primera sonrisa, la primera palabra que escapa de mis labios, la primera mirada de mis ojos, perezosos aún de adentrarse en la luz del día.

Y, en ese aire suave, que pasa por mi lado, casi sin querer, que roza mi cara como una de tus caricias, te mando el primer beso que te ha de llegar en la mañana. Esa mañana, que te pinto cada día con todos los colores del arco iris, para que te sea luminosa, llena de luz. Beso que sé que te llega, por lo acelerado de mi corazón al enviártelo.

Aún así, amor, ¿sabes? ha sido una tarde triste. De caricias dormidas y brazos vacíos de tu presencia, de alguna añoranza y de una nostalgia. Una tarde que sólo se ilumina, mientras la pluma corre y van brotando las palabras, cuando el sentimiento se derrama y todos los te quiero del mundo se encierran en estas letras. Por ti y para ti. Como este corazón que anda perdido y sólo lo puedo encontrar en tu pecho, ahí, junto al tuyo.

Te he imaginado, una vez más, aquí, juntos. Mis manos se acercan y dibujo, como si de un pincel se trataran, cada uno de los rasgos de tu cara. Me detengo en tus labios y acerco los míos para dejarlos reposar en los tuyos. Para más tarde, jugar a morderlos suavemente, dejando un suspiro sobre ellos. Dibujo el contorno de tus ojos y soplo apenas la punta de tus  pestañas, en una caricia sutil. Sigo delineándote el rostro y, en cada línea, voy dejando el perfume de rosas que baña mi piel. Para que al aspirarlo, se introduzca dentro de ti, mí más pura esencia. Y mis manos se hunden en tu pelo, buscando su profundidad, su olor, la fragancia que tan bien conozco. La que le da aroma a todas mis noches, cuando, solitaria, me acerco a tu almohada.

Y, quiero serte, amor, la luna que se asoma cada noche a tu sueño, la estrella que brilla para ti en el firmamento, el alma que, por encontrarte, voló desde otros universos. Un trozo de vida, que llene un trocito de la tuya. El dulce sabor a miel que se prenda en tu boca…

Siénteme, amor. Lo sabes…te quiero.

Lucía.

… a ninguna parte a ningún buzón… (Serrat )

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